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El 12 de octubre como fiesta nacional de los españoles

El día de la fiesta nacional es, por encima de cualquier otra celebración cívica, el momento clave para escenificar el recuerdo y la identificación con un pasado y un proyecto en común de toda comunidad política. Invención del siglo XIX para Estados nacionales en construcción y sometido luego a la rutina y a la renovación continua, suele recordar el origen de las naciones. Las instituciones apelan entonces a la emoción de los ciudadanos mediante referentes culturales, lugares y valores, activados para la ocasión. Con claras intenciones políticas, esos días orientan identidades de pertenencia y la búsqueda de consensos y legitimaciones.

El día nacional de los españoles es el 12 de octubre. Con cierto retraso respecto a otros países europeos y americanos, fue instituido por un gobierno monárquico en 1918 como Día de la Raza. El franquismo lo convirtió en Día de la Hispanidad en 1958 y desde 1987, con una democracia ya consolidada, se considera de forma oficial la Fiesta Nacional de España. Este festejo, singular en el contexto internacional, es uno de los símbolos más longevos y menos inestables del nacionalismo español.

En el caso de España, la fecha no está asociada a un acto fundacional de la nación, como una guerra de independencia, una revolución popular o el aniversario de una Constitución organizadora de un Estado liberal. Como signo excepcional, la celebración del 12 de octubre hace referencia al descubrimiento y la conquista de América como lo más sobresaliente y esencial del relato nacional. El festejo del ser español se sostiene con la proyección americana y la nostalgia del imperio como elementos fundadores de la identidad nacional. En la fiesta se funden además varias versiones del españolismo; ya sea en clave laica o católica, liberal o conservadora, todas sustentan el mito americano como referente unitario del nacionalismo español. El arraigo de la fecha explica asimismo la falta de consenso de otros hitos de la historia de España disponibles para la cohesión social, como podría ser la toma de Granada por los Reyes Católicos, la batalla de Covadonga, el levantamiento del 2 de mayo de 1808 frente al ejército francés, el aniversario de la Constitución de Cádiz o el de la de 1978.

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El 12 de octubre renueva cada año la idea de que la epopeya nacional española trasciende las fronteras territoriales y de que América se incorpora con España a la civilización occidental. Esa dimensión transnacional de la celebración construyó una comunidad internacional imaginada entre Estados y geografías, vinculada a un pasado colonial y con registros culturales comunes como el idioma y la religión. El carácter excepcional y trasnacional de la fecha se confirmó a partir de la I Guerra Mundial, cuando la mayoría de los países de América Latina incorporó el día a sus calendarios festivos. A partir de 1968 lo hizo también Guinea Ecuatorial, como día de su independencia respecto a España. La fecha, por fin, tiene un carácter simbólico para las comunidades de españoles y latinos en el exterior. El festejo condensa la obsesión por la unidad y el reconocimiento de lo hispánico. Además de fiesta nacional española, el día es por tanto un instrumento para la política exterior, las relaciones internacionales y la conformación de identidades transnacionales. Por lo menos, hasta que las Cumbres Iberoamericanas acapararon desde 1991 toda la atención institucional.

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Esos referentes culturales y geográficos múltiples del 12 de octubre cargan de ambigüedad ese símbolo clave del nacionalismo español. Desde el comienzo proliferaron las críticas al contenido, en exceso protocolario y propagandístico, del festejo y a la deficiente identificación popular, pese al apoyo inicial de la sociedad civil vinculada a los emigrantes españoles y al americanismo peninsular. Sin embargo, la fiesta también desplegó protagonistas y escenarios que la enriquecieron con diversos recursos y significados para afirmar identidades nacionales, locales, regionales y supranacionales. Amplios elencos de intelectuales, diplomáticos, empresarios y organismos públicos y privados se implicaron en los festejos y consolidaron el hispanoamericanismo como uno de los ejes centrales del nacionalismo español.

Al servicio del poder y del orgullo nacional, el día acompañó momentos de crisis institucional y de ofensiva diplomática. A lo largo de un casi un siglo, la celebración del 12 de octubre se narró de diferentes maneras y se transformó con la historia de España. Porque lo más significativo es su permanencia en el imaginario nacionalista, aunque haya cambiado de nombre. La fecha sobrevivió a los cambios de regímenes políticos, a una guerra civil, a las diferencias territoriales y a contextos internacionales cambiantes. América fue imaginada para unir a los españoles en torno a las monarquías constitucionales y a la república, a dictaduras y democracias. La fiesta fue parte de la evolución de la nación, del Estado y de la sociedad civil. Y a su vez sirvió para modular identidades nacionales de una España plural y con un territorio diverso. Porque, durante casi todo del siglo XX, se interpretó como un espacio para el reconocimiento de las identidades locales y regionales para configurar tradiciones nacionales. Antes del desarrollo del Estado autonómico, la fiesta fue un elemento aglutinador de regionalismos y nacionalismos periféricos, aun cuando el despliegue por la geografía nacional se orquestara desde Madrid y se imaginase, en grises o a colores, desde las pantallas del cine y la televisión.

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Como símbolo unificador común de los españoles, el 12 de octubre funciona hoy en día como el termómetro del estado de la nación, de su imagen exterior y de su vida política. El simbolismo de la fiesta alimentó especiales polémicas con motivo de las celebraciones del V centenario del descubrimiento de América en 1992, sin dejar de ser un día lleno de expectativas para la vida política de la monarquía parlamentaria. Los debates de la sociedad española se acoplan a la fiesta y España sigue festejando un acontecimiento que coloca su identidad colectiva y su proyección externa en diálogo con el mundo.

Marcela García Sebastiani
Universidad Complutense de Madrid